martes, 13 de agosto de 2013

Todos somos empresarios


Todos somos empresarios
Por Dusan Vilicic Held, publicado en Weakerties



Es muy común hoy en día que se hable de clientes, trabajadores y empresarios como si fueran cosas diferentes, y en base a estas supuestas diferencias se legisla para 'proteger' a unos de otros. Generalmente se lo hace -supuestamente- en detrimento del empresario y a favor de los otros dos. Pero al hacer esto, se ignora el hecho fundamental de que para las leyes económicas no hay distinción entre unos y otros. En efecto, para ellas todos somos empresarios, vendiéndonos y comprándonos servicios entre nosotros.



En economía, se suele hablar de los 'agentes económicos'. Esto es un eufemismo para 'seres humanos' o 'personas', básicamente. Un agente económico es cualquier persona, ya sea que interactúe con otras personas o que esté sola. Una persona debe economizar sus bienes escasos si quiere lograr los fines que se propone. Uno de los bienes escasos más importantes que todos poseemos es el tiempo, otros son, por ejemplo, nuestra fuerza de voluntad (que se agota y se recupera), nuestra paciencia, nuestra energía física y psíquica, y también los bienes materiales que tengamos a disposición. Si queremos lograr la mayor cantidad de fines posibles, debemos ser cuidadosos en cómo invertimos estos recursos que poseemos, y hacerlo en las actividades, bienes, y cosas en general que nos permitirán lograr nuestros fines. Estas cosas que nos ayudan a lograr nuestros fines son llamados 'medios'.

En esto no hay ninguna diferencia si a alguien se le llama 'trabajador', 'cliente' o 'empresario'. De hecho, de las tres, el concepto que mejor encaja con lo que es y hace un agente económico -una persona- es el de empresario. Un empresario básicamente es una persona que trata de lograr sus fines mediante la administración cuidadosa de los recursos o bienes escasos que posee, a los que se llama 'capital'.

Todos poseemos capital, entonces, porque todos disponemos de tiempo, energía y otros recursos. Si queremos comer una torta -nuestro fin- debemos administrar nuestro capital e invertirlo de forma tal que podamos obtener la torta. Si lo hacemos mal, no obtendremos la torta. Si lo hacemos bien gastaremos tantos o menos recursos que los que estábamos dispuestos a gastar para obtener la torta. El beneficio neto que obtenemos es la diferencia entre lo que valoramos los recursos utilizados y lo que valoramos la torta que obtuvimos. Si esa diferencia es 'negativa' -es decir, si valoramos menos la torta que lo que gastamos en obtenerla- se dice que incurrimos en pérdidas.

Esta forma de pensar se puede extender a todo, prácticamente: desde relaciones de amistad y amor, pasando por nuestras actividades de ocio, hasta nuestro trabajo y negocios. En efecto, cuando una persona considera que los beneficios materiales, emocionales y psíquicos que obtiene en una relación de pareja son menores que los costos, va a tender a separarse. Puede que la persona valore mucho más el no estar sola que el mal trato que la otra le dispensa, o puede que considere que estar con ella le da en cualquier sentido una mayor satisfacción que separarse. En tales casos, la persona probablemente tratará de continuar con la relación. Es una decisión que puede verse perfectamente como -y que de hecho es- una decisión económica, porque es administrar recursos escasos, energía psíquica y emocional, tiempo y recursos materiales, de tal forma de lograr de mejor manera los fines propuestos.

Un trabajador también es un empresario. Esto se evidencia de forma clara al extender esta forma de pensar a sus actividades. Un empleado ofrece un servicio a sus clientes, esto es, su mano de obra, su tiempo, su fuerza psíquica y física, sus conocimientos. Esto lo hace por un precio al que generalmente se le llama 'sueldo' (que no sólo es el dinero recibido, si no que incluye otros servicios adicionales). Pero el sueldo es un precio igual que todo el resto. Un trabajador debe decidir en qué invertir sus recursos. Debe invertir su capital de forma que este crezca y le permita satisfacer sus fines. Por ejemplo, debe capacitarse y entrenarse si espera poder competir con otros trabajadores que quieren vender un servicio similar al mismo cliente -el empleador-. Debe satisfacer al consumidor de sus servicios. De otra forma, el cliente podría elegir comprarle sus servicios a otro, de la misma forma en que si en un supermercado dan un mal servicio o tienen precios muy altos, un cliente puede elegir comprar en otro lugar. Tanto el empleador como el empleado deben esforzarse por ofrecer el mejor servicio posible si quieren tener la mejor rentabilidad posible. El empleado también puede elegir contratar a más empleados. Puede elegir invertir parte de su capital en acciones, o en bienes raíces. Puede elegir hacer horas extra, o dejar de venderle sus servicios a un empleador para venderlos a otros. O puede incluso venderle sus servicios a muchos empleadores al mismo tiempo, entre una infinidad de otras opciones.

Viéndolo de esta forma, se puede entender mejor los motivos y efectos que tienen algunas de las cosas que se hacen hoy en día. Por ejemplo, la negociación colectiva de los sindicatos es básicamente una colusión. Es decir, muchos trabajadores -empresarios- se ponen de acuerdo para aumentar el precio al que venden sus servicios. Ésto sólo funciona en dos situaciones. La primera es si de alguna manera todos los trabajadores forman parte o están obligados a formar parte del sindicato. Esto es similar a lo que pasó recientemente en el caso de colusión entre las farmacias: prácticamente todas formaban parte del "sindicato" de las farmacias. La otra forma es que el empleador esté obligado de alguna forma a no dejar de comprar los servicios de los sindicados o a pagar lo negociado con el sindicato al resto de empleados, o si es muy difícil terminar los contratos. De esta forma se vuelve muy difícil también cambiar a los empleados que cobran más por otros que estén dispuestos a cobrar menos. Sin al menos una de estas condiciones, el sindicato tendrá muy poca capacidad de aumentar el precio que cobran los empleados que lo integran, porque será fácil para el empleador dejar de emplear los servicios de los trabajadores caros y buscar otros más baratos, de la misma forma en que una persona deja de comprar en un supermercado que cobra mucho, para ir a comprar en otro que sea más barato.

Por último, un cliente es igual de empresario que cualquier otro agente económico. Como el resto, está comprando algo como medio para satisfacer algún fin que se haya propuesto, por ejemplo, compra comida -el medio- para saciar su hambre -el fin-. Para ello gasta -o invierte- tiempo, dinero, y otros recursos -su capital-. Debe decidir qué tipo de comida comprar, de forma que la elegida satisfaga de la mejor forma posible el fin. Es decir, como cualquier empresario, debe sopesar diversas variables, como el precio, tanto monetario como otros costos asociados (tiempo que se demora en ir al supermercado, dinero que se debe gastar en llegar, etc.), el valor nutritivo, sabor, marca, fecha de vencimiento y una infinidad de otras variables que distinguen a un producto de otro. Debe decidir cuál alternativa es más económica, cuál le reportará un mayor beneficio. Como cualquier empresario, esta persona no tiene una certeza de todas estas variables, ni de si el resultado final será efectivamente la satisfacción del fin. Lo que hace es estimar que una alternativa satisfará mejor el fin que el resto, pero no tiene ninguna garantía real.

Visto así, queda claro que todo agente económico -todo empresario- desea reducir los costes mientras aumenta los beneficios -el lucro-. Comprar lo más barato, tener la menor incertidumbre posible a la vez que se tienen los mayores beneficios posibles. Para lograr esto, deben actuar empresarialmente: deben administrar bien su capital y decidir en qué invertirlo de forma tal de poder lograr satisfacer la mayor cantidad de fines de la mejor forma posible. Hasta los políticos son empresario, administrando un capital para lograr sus fines (que no necesariamente son sus promesas de campaña, éstas tienden a ser el medio).

Y no sólo es posible ver las cosas así, si no que hasta es útil y beneficioso. Al pensar de esta forma, uno puede lograr una mayor comprensión de qué es lo que uno debiera hacer para lograr lo que uno se propone. Si una persona quiere lograr un mejor trabajo, por ejemplo, debe invertir en el propio capital de forma que algún cliente esté dispuesto a comprar sus servicios para el trabajo que quiere. Esto puede significar entrenarse, capacitarse, adquirir experiencia o un mejor portafolios, lo que sea que haga más probable que la persona compre sus servicios. Podemos entender los estudios como una inversión en nuestro capital de conocimiento, porque eso también es parte de nuestro capital. Uno puede comenzar a sopesar costos y beneficios y determinar qué cosas están significando una pérdida y cuáles reportan beneficios. Qué cosas hacer menos, y qué cosas hacer más. La empresa que es uno mismo, si es bien llevada, resulta en ser más feliz, exitoso y próspero.

domingo, 11 de agosto de 2013

La Propiedad Intelectual no puede ser Propiedad





Artículo original escrito por Joseph Diedrich y publicado en la página del Instituto MacIver el 16 de julio del 2013. Traducción realizada por Raikko Heikkilä.



¿Qué es la propiedad?

Más específicamente, en su núcleo teórico esencial, más allá del artificio del mandato legal, ¿qué es la propiedad?

De forma más o menos amplia, propiedad es cualquier cosa que satisface los siguientes requisitos: la propiedad es escasa; la propiedad posee límites objetivos (intersubjetivamente comprobables); y la propiedad tiene un génesis temporal determinable.

La teoría de la propiedad intelectual (PI) señala que existen dos géneros distinguibles de recursos propietarios, el tangible y el ideal, y que, si bien son formalmente diferenciables, son totalmente compatibles dentro de una teoría de propiedad lógicamente construida. En esencia, tanto los recursos tangibles como los ideales son propiedad.

Supongamos que esta hipótesis fuese cierta. Asumamos que toda idea, patrón, diseño y concepto cumple con los tres requisitos mencionados previamente para ser clasificados como propiedad. Asumamos también que la teoría de propiedad intelectual es legítima y encaja armoniosamente dentro del más amplio espectro de los derechos de propiedad. ¿Cuales son entonces las implicaciones lógicas de tal suposición?

Para comenzar, toda la propiedad puede ser poseída, es decir, controlada total y exclusivamente. Como escribe el economista Ludwig von Mises, “Posesión significa total control sobre los servicios que pueden ser derivados de un bien.” El proceso a través del cual un individuo adquiere el control exclusivo de un recurso propietario puede ser o legítimo (pacífico y justo) o ilegítimo (agresivo e injusto). Los medios legítimos de adquisición de propiedad involucran transferencias voluntarias de un título por contrato, sea a través de venta, renta, o regalo. Por el otro lado, el robo es el principal ejemplo de adquisición ilegítima de propiedad.

Por lo tanto, si realmente son propiedad, los recursos ideales pueden ser vendidos, rentados (o sea, licenciados), regalados o robados, todas contingencias que están incorporadas a las leyes de PI. Los dueños de patentes y derechos de autor venden, licencian y regalan (a menudo en virtud de conciencia de la ambivalencia de las leyes de IP) regularmente sus patentes y derechos de autor; incluso pueden usar recursos legales si alguien más roba sus patentes o derechos de autor.

Para poder ser vendida, rentada, regalada o robada, sin embargo, la propiedad obviamente debe ser poseída, un requisito que hace necesaria la consideración de recursos propietarios no poseídos, esto es, aquellos que no tienen un registro previo de posesión o que carecen de un dueño identificable.

Los recursos propietarios no poseídos forman lo que se conoce como recursos comunes. Ejemplos de recursos propietarios comunes incluyen las aguas internacionales y virtualmente todo el espacio exterior. Mientras se vaya más atrás en la historia, más grande es el tamaño y alcance de los recursos comunes, hasta que se llega a un punto en el que todos los recursos propietarios eran comunes; un punto previo al advenimiento del hombre y su soberanía individual inherente.

Codificado teóricamente por Locke, el acto de extraer recursos propietarios de los recursos comunes y ponerlos bajo control exclusivo se denomina apropiación original y es tanto el génesis conceptual como el temporal de la propiedad. Todos los actos legítimos subsecuentes provienen de este acto legítimo de propiedad. Así como continúe progresando la tecnología, es perfectamente concebible que, dado el tiempo necesario, cada ápice de los recursos propietarios será apropiado, logrando una apropiación universal.

Los recursos comunes, entonces, contienen a todos los recursos ideales no adueñados, aquellos que nunca han sido apropiados o cuyo dueño original no es identificable. En lenguaje legal de la PI, esto es a lo que se refiere el “dominio público”, el que también incluye aquellas ideas para las que la protección estatutaria ha expirado.

Si el pronóstico de apropiación se cumple, existirá eventualmente un mundo en el que todos los recursos ideales habrán sido apropiados. Cada idea será poseída; cada concepto, cada diseño, cada plan, cada pensamiento. Sin dudas, incluso el abstracto de una “idea” tendrá dueño. En otras palabras, el concepto de acción estará bajo control exclusivo.

Como corolario, cualquiera que use el concepto de acción sin previo consentimiento de su dueño estaría involucrado en una forma ilegítima de adquisición de propiedad, léase robo. Para poder conseguir dicho permiso para usar (o rentar o comprar) el concepto de acción, uno debe hablar o escribir usando palabras y conceptos, o sea, uno debe actuar. Uno debe robar. En este punto se alcanza un impasse: si un ser humano está vivo, consciente y despierto, entonces este, por necesidad, actúa. Tal contradicción impide que cualquier acción legítima ocurra como resultado de libre albedrío, exceptuando al propietario del concepto de acción.

Por supuesto que aquellos que defienden la PI pueden ser condescendientemente reconfortadores, señalando que existen restricciones legales que limitan el alcance de las patentes y derechos de autor. Por ejemplo, uno no puede patentar “ideas abstractas”. Sin embargo, las leyes de PI cambian constantemente. Tanto la duración como el alcance de la protección de la PI han ido incrementando dramáticamente en las últimas décadas, y los políticos podrían remover la exclusión de ideas abstractas a voluntad. Siempre que la posibilidad exista en la teoría, no existe protección definitiva de esta en forma de estatuto. Después de todo, el resumen de una dialéctica entre los políticos y el tiempo es la destrucción.

A través del reductio ad absurdum, hemos demostrado que los recursos ideales no son ni puede ser propiedad. Regresando a nuestra definición teórica original de la propiedad, podemos ver por qué. Primero, a diferencia de los recursos tangibles, los recursos ideales no son escasos; la misma idea puede ser utilizada simultáneamente por cualquier cantidad de individuos sin reducir la capacidad de ninguno de ellos de usarla. Segundo, a diferencia de los recursos tangibles, los recursos ideales no tienen límites objetivos; uno no puede definir con seguridad donde comienza y donde termina la idea. Finalmente, dado que no son escasos ni poseen limites objetivos, los recursos ideales no pueden ser apropiados temporalmente (o de ninguna otra forma).

La propiedad intelectual es la gran perdición de la civilización moderna. La PI como doctrina legal es maliciosa; nada más que un sistema de monopolios entregados por el gobierno. Como una teoría, la PI está intelectualmente en bancarrota y es completamente incompatible con la propiedad real, el progreso económico, la cooperación social y la proliferación del conocimiento.

martes, 30 de julio de 2013

Capitalismo y Clientelismo


Por Dusan Vilicic Held

Una réplica a la columna editorial “Capitalismo y Piratería” de Rolando Carrillo Jerez, publicada en Junio del 2013 en la revista DLECHE

En su columna, Rolando Carrillo habla de capitalismo y de cómo las grandes empresas “abusan” de su poder económico, de forma que el capitalismo debe ser “protegido de los capitalistas”. Si bien lo que dice tiene un fondo de verdad, hay muchos puntos en los que erra. Sus errores son muy comunes hoy en día, fruto de ideas erradas que han sido implantadas en la gente por ciertos grupos para su beneficio propio.

El primer punto que toca que requiere una aclaración es el supuesto “abuso de las grandes compañías en desmedro de sus clientes”. Como ya dije en un principio, si bien esta afirmación tiene un fondo de verdad, también parece indicar una idea errónea. Es verdad que por lo menos muchas grandes empresas activamente tratan de ganar ventajas injustas, pero hay que comprender que todos los agentes económicos buscan comprar al menor precio y vender al mayor precio. Esto no es injusto en ningún modo, todos tienen derecho de comprar lo más barato que encuentren y vender lo más caro que puedan. Ojo, que entre menos barreras de entrada haya, más difícil será que un grupo pueda ejercer “poder de mercado”.

Dicho esto, paso al segundo punto que quiero aclarar de la columna. Las barreras de entrada son, hoy en día, prácticamente todas impuestas por el estado. Por ejemplo, en la industria farmacéutica sólo las farmacias pueden vender medicamentos y deben cumplir con una serie de regulaciones que hacen que sea artificialmente caro entrar a competir. En el caso de los medicamentos es especialmente claro esto, si cualquier persona pudiera vender medicamentos, sería mala idea para las farmacias subir sus precios. Esto por motivos obvios: apenas subieran los precios, la gente compraría sus medicamentos en otros lugares. Difícil sería que todos se coludieran para subir el precio de los medicamentos. Claro, habrían de permanecer algunas regulaciones mínimas, como por ejemplo las que evitan que ciertos antibióticos se abusen resultando en cepas de bacterias resistentes. Pero sólo las absolutamente necesarias y nada más.

Los sindicatos son un ejemplo de colusión, después de todo, los empleados son agentes económicos iguales a cualquier empresario. Ellos venden sus servicios en el mercado como cualquier empresario lo hace. Pero esta colusión curiosamente no es mal vista, si no que incluso es llamada ‘derecho’ y protegida por el estado a través de más regulaciones. Todo esto a pesar de que redunde en mayores precios para los clientes, tanto para los empleadores en su rol de consumidores directos de los servicios de sus empleados, como para los clientes de la empresa de forma indirecta.

Lo apropiado es pensar en todo agente económico como un empresario. Al hacer esto, es posible entender mucho mejor la naturaleza de las relaciones entre los diferentes agentes y ver con mayor claridad las dinámicas de las relaciones que hay entre ellos y el efecto que tiene el intervencionismo estatal.

El siguiente punto es sobre la afirmación de que supuestamente el modelo de economía que nos gobierna es el capitalismo. Esto no es completamente cierto. En Chile y el mundo, lo que tenemos es una economía mixta. Hay servicios provistos por el estado, por ejemplo CODELCO, ENAP, la educación y salud públicas, seguridad (policía, defensa), entre otros. Estos son financiados coactivamente por algunos grupos (los que reciben una “devolución de impuestos” neta de valor menor a su aporte) mediante impuestos. También hay empresas privadas dependientes del estado, tales como las concesionarias, empresas subvencionadas de diversas formas. Algunas mantienen su hegemonía en el mercado gracias a la intervención estatal, tal como las farmacias, como mencioné más arriba. Estas últimas pueden ser llamadas compinches del estado. Y finalmente está la cola, el resto cuya financiación y supervivencia dependen sólo de su capacidad para ser eficientes, mantener costos bajos y buenos precios, y no de su capacidad para captar recursos extraídos coercitivamente por el estado.

En definitiva, no es capitalismo el sistema en que estamos inmersos, es una “economía social de mercado”, el “tercer camino”, una combinación de socialismo y capitalismo donde los menos conectados quedan expuestos al mercado, mientras que los que tienen suerte o buenas conexiones políticas (incluidos los políticos y diversos empleados estatales) parasitan al resto de las personas por medio del estado y obtienen las ventajas que son comúnmente llamadas “poder de mercado”.

Quiero también aclarar un detalle que menciona de que el capitalismo “estimula al ser humano a hacer cualquier cosa por acumular”. Nuevamente esta afirmación tiene un fondo de verdad por debajo de un lenguaje que induce a error. En primer lugar, no es el capitalismo lo que induce al hombre a acumular, si no que la propia naturaleza humana. En segundo lugar, la acumulación, bajo un sistema de libre mercado o capitalismo es para el beneficio de todos. Lo explico. En un mercado libre, la única forma legítima de enriquecerse es vender algo que mucha gente quiera a un precio mejor que lo que otros pueden ofrecer, y que sea atractivo para quienes quieren comprar. Si una persona, en un ambiente sin intervencionismo estatal, “perversamente” sube los precios, en primer lugar, venderá menos porque habrá menos gente dispuesta a comprar a ese precio. En segundo lugar, no pasará mucho tiempo antes de que alguien vea la oportunidad y empiece a vender un producto igual o similar a mejor precio y le quite más clientes. En tercer lugar, siempre puede alguien encontrar una forma de ofrecer el servicio más barato siendo más eficiente, usando mejor tecnología, etc., desbancando al anterior. El resultado es que en el largo plazo, las rentabilidades tienden a ser bajas.

Otro aspecto es que poca gente en su sano juicio acumula por acumular, dejando todo bajo su colchón. Lo que generalmente alguien hace es poner sus recursos a producir. Ya sea invirtiendo en otros mediante préstamos, compra de acciones, etc., o invirtiendo en sí mismos mediante capacitación, compra de bienes de capital, contratación de empleados que le permitan enfocarse en lo que hace mejor, etc. Todo esto redunda en que la acumulación no tiende a estar ociosa, si no que productiva, y tiende a irse a los lugares que sean los más productivos, siendo finalmente de beneficio para todos, porque cuando los recursos se usan en donde son más productivos, el resultado es que las cosas son más baratas y abundantes.

También quiero corregir una frase que cita. Mercantilismo, clientelismo, compinchismo o como Peña lo llama, “piratería”, no es un capitalismo sin reglas o con reglas débiles, es una situación en la que algunos grupos bien conectados crean (directa o indirectamente) leyes que los benefician a costa del resto. Los ejemplos que menciona hacia el principio de su columna (bancos, multitiendas, universidades, farmacias), son un claro ejemplo de un exceso de reglas, un exceso de regulación, no una falta o debilidad de ellas. Nunca en la historia ha habido tanta regulación como hoy, y nunca en la historia los grupos bien conectados han tenido más poder y ventajas. Claro que el discurso de ellos será que la causa de las calamidades de hoy es la falta de regulación. Es obvio, ellos son los que hacen las regulaciones a su medida, les conviene, así que claramente van a instigar un aumento de las regulaciones y el intervencionismo.

Finalmente quiero apuntar que la regulación que exista debe ser escasa, pero tal como menciona, debe imponer la justicia (no la “justicia social”, si no la real), hacer que los contratos se respeten, que la estafa, el robo y la agresión en general sea castigada. Esto es mantener un mercado libre, y no otra cosa. Pero también menciona que se debe evitar la codicia. Esto es errado. La codicia en un mercado libre está temperada por las leyes de la economía, que impiden que alguien se salga con la suya por mucho tiempo. Si alguien quiere vender más caro, no va a ganar mucho, porque le saldrá competencia y perderá clientes. Si alguien quiere vender bajo coste será a expensas suyas y para beneficio de sus clientes. Todo esto sólo si no hay intervencionismo estatal de por medio.

En suma, la paradoja del sistema en que estamos inmersos, la economía social de mercado, es que hay que protegerla de los políticos y sus compinches. Esto no sería necesario si de verdad estuviéramos en un sistema capitalista de libre mercado. Si quiere curar una enfermedad, no sirve atacar los síntomas, debe atacar la causa subyacente. En el caso de la economía, lo que usted menciona no son más que los síntomas, mientras que la causa subyacente es el intervencionismo estatal. Ese, y no otro, es el enemigo. No los capitalistas, ni los compinches, que son habilitados por el estado que se arroga poder interventor mucho más allá del necesario.

viernes, 19 de julio de 2013

Profetas de la Propiedad


Artículo original escrito por Lawrence W. Reed y publicado en la página web del Centro Mackinac de Políticas Públicas el 21 de septiembre del 2007. Traducción hecha por Raikko Heikkilä.

(Nota: el siguiente ensayo apareció originalmente en la columna regular “Ideas y Consecuencias” del Sr. Reed, para la edición julio/agosto 2007 del The Freeman, publicación de la Fundación para Educación Económica.)

En 1800, la población de Londres era menor a 1 millón de personas; un siglo más tarde, esta pasaba los 6 millones. Con la llegada del siglo XX, Londres ya había sido la ciudad más poblada del mundo durante 70 años. La población total de Gran Bretaña pasó de 8 millones en 1800 a unos 40 millones en 1900. En los 2.000 años previos, incluso un crecimiento demográfico menor a este usualmente era cortado de raíz por la hambruna, las enfermedades, ingresos decrecientes y reducciones poblacionales.

Pero la Inglaterra del siglo XX era un lugar especial; “el taller del mundo”. Londres se había vuelto la capital del capital, con inversiones privadas en agricultura y florecimiento manufacturero alcanzando una escala record durante la segunda mitad del siglo. El año en que la Reina Victoria ascendió al trono, 1837, vio menos de 300 solicitudes de patente para nuevos inventos, pero para el fin de siglo ese número excedía las 25,000 solicitudes anuales. El ingreso per cápita en las vísperas de la Primera Guerra Mundial era tres veces mayor de lo que había sido cien años antes; la expectativa de vida creció un 25% durante ese periodo. Si bien había más bocas que alimentar y cuerpos que vestir, el emprendimiento británico estaba alimentándolos y vistiéndolos mejor de lo que el mundo jamás había experimentado antes. Fue el mayor florecimiento de resolución de problemas, creatividad, ingenio e innovación que se haya visto en la historia.

Colin Pullinger, hijo de un carpintero en Selsea, es una muestra clara del emprendedor inglés del siglo XIX. Pullinger diseñó una “trampa perpetua para ratones”, que podía atrapar de forma humanitaria a una docena de ratones en una noche, y logró vender 2 millones de estas. Tal vez Ralph W. Emerson pensaba en él cuando escribió, “si un hombre escribe un mejor libro, declama un mejor sermón o hace una mejor trampa de ratones que su vecino, aunque construya su casa en el bosque, el mundo hará un recurrido camino hasta su puerta.”

A medida que los 1800s llegaban a su fin, el sistema que hizo posibles estos logros extraordinarios, el capitalismo, se vio bajo asedio. A medida que la pobreza declinaba masivamente por primera vez, la sola presencia de la pobreza restante suscitó llamados impacientes por la redistribución de las riquezas. Alrededor del mundo, los marxistas pintaban a los capitalistas como explotadores y monopolistas. En Inglaterra, Charles Kingsley argumentaba que el Cristianismo requería un orden socialista, y se formó la Sociedad Fabiana para ayudar en su concreción. Muchos hombres de negocio sin escrúpulos se volvieron al estado buscando favores y protección ausentes en los mercados competitivos. ¿Aparecería acaso alguien que defendiese al capitalismo con el mismo vigor y pasión de aquellos que se le oponían?

Por lo menos un grupo lo hizo: la Liga de Defensa de la Libertad y la Propiedad. A pesar de que su trabajo ha pasado a ser mayormente olvidado, lo que el mundo aprendió sobre el socialismo en el siglo siguiente definitivamente vindica su mensaje. Su nombre provino de la creencia de sus miembros de que la libertad y la propiedad eran inseparables y que, a no ser que se defendiesen exitosamente, ambas serían eliminadas por las tentaciones seductoras de un estado coercitivo.

El fundador de la liga, en 1882, fue un combativo escocés llamado Lord Elcho, quien más tarde paso a ser décimo conde de Wemyss como miembro de la Cámara de los Lores, y conocido de ahí en más simplemente como “Wemyss”.

Originalmente elegido para el parlamento en 1841 como un conservador proteccionista, eventualmente se volvió al libre comercio y revocó las Leyes del Maíz en 1846. Más tarde pasó a ser un vocal partidario de ideas ahora consideradas como liberales clásicas. En la tercera reunión anual de la organización en 1885, Wemyss expresó su esperanza de que los esfuerzos de educar al público “causarían una inundación tal, que con el curso del tiempo barrería con todos los intentos del estado de interferir en las transacciones de la vida en el caso de cualquier británico de cualquier clase… Ninguna nación puede prosperar con interferencia estatal indebida, y sin que su gente tenga permitido administrar sus propios asuntos de su propia manera…”

Wemyss y sus amigos consiguieron portavoces y asistencia económica; enlistaron escritores y oradores públicos. Hicieron publicar y circular ensayos y panfletos. La organización operaba como un centro de pensamiento activista con un brazo lobista. La Liga trató de movilizar a la opinión pública en contra de ciertas legislaciones, funcionando como un “vigilante legislativo del día a día”, según la visión del historiador Edward Bristow; incluso llegaron a programar testimonios previos a las audiencias parlamentarias. Un panfleto de la Liga atacó la presentación de una “legislación maternal” como una transgresión contra la libertad de contrato. Armados con los argumentos dados por los miembros y simpatizantes de la Liga, los aliados de Wemyss en el Parlamento se deshicieron de cientos de leyes intervencionistas en los 1880 y 1890.

Los opositores de la Liga usualmente la acusaban de estar motivada por el deseo inherente de lucro en sus miembros, pero en realidad sus ideales filosóficos iban primero. Entre sus filas se hallaban algunos de los intelectos más brillantes de la época, siendo quizás Herbert Spencer el más notable. Autor del clásico libertario, “El Hombre contra el Estado”, Spencer fue el filósofo más vendido de su época y llegó a ser nominado para un premio Nobel de Literatura. Él veía la libertad como la ausencia de coerción y como el requisito más indispensable para el progreso humano. La posesión de propiedad era un derecho individual que no podía ser transgredido moralmente a menos que un individuo amenazara la propiedad de otro. Spencer ha sido demonizado como un apóstol de un Darwinismo social desalmado de la supervivencia del más fuerte por aquellos que eligen ignorar su mensaje central, que sostiene que la superación personal de un individuo puede lograr más progreso que la acción política. Una crea riqueza, mientras la otra meramente la toma y la reparte. 

Auberon Herbert fue un acólito de Spencer, cuya defensa del voluntarismo halló suelo fértil entre los miembros de la Liga. Su advertencia centenaria sobre los peligros del intervencionismo estatal hace eco como una profecía: “Ninguna cantidad de educación estatal formará una nación inteligente; ninguna cantidad de Leyes de Pobreza pondrá a una nación sobre la necesidad; ninguna cantidad de Actas de Fábricas nos hará mejores padres. Ver nuestras necesidades suplidas de la nada por una enorme maquinaria estatal; ser regulados e inspeccionados por grandes ejércitos de agentes, esclavos también del sistema que administran, en el largo plazo no nos enseñará nada, (y) no nos beneficiará en nada.”

En un ensayo de 1975 publicado en el “The Historical Journal” de Cambridge University Press, el historiador Bristow sostuvo que la Liga de Defensa de la Libertad y la Propiedad cambió el lenguaje en un importante y duradero aspecto. Antes de los años 1880, “individualismo” era un término de reproche en la mayoría de las esferas de pensamiento, referido al “atomismo y egoísmo de una sociedad liberal”. La Liga se apropió de la palabra y elevó su significado general a uno de respeto por los derechos y el carácter único de cada persona.

A pesar de todo, ¿fue exitosa la misión de la Liga de repeler el impulso socialista? En el corto plazo, lamentablemente no. Para 1914, los socialistas ya habían convencido a una gran parte de los británicos de que podían (y debían) votar para ellos una porción de la propiedad de otros. Dos guerras mundiales y una crisis en medio parecieron cementar la pretensión socialista de que su visión de la sociedad era inevitable.

Las buenas ideas, sin embargo, tienen una manera de resistir ante los intentos de aplastarla. Las malas ideas fallan tarde o temprano, y enseñan una o dos lecciones valiosas en el proceso. Gran Bretaña y casi todo el mundo le dio pase libre al socialismo en todas sus variedades durante el siglo 20. Los desastrosos resultados ampliamente reconocidos ahora subrayan las advertencias de aquellos que dijeron que solo podíamos separarnos de nuestra libertad y propiedades únicamente bajo nuestro propio riesgo.

Tal vez los guerreros de la Liga de Defensa de la Libertad y la Propiedad perdieron la batalla durante el tiempo en que vivieron, pero cien años después, sus voces ofrecen su sabiduría profética a aquellos que desean escucharlos.

miércoles, 17 de julio de 2013

Cómo se Defiende una Sociedad Libre


Artículo original escrito por Jay P. Hailey y publicado en el blog The Art of Not Being Governed el 12 de julio del 2013. Traducción hecha por Raikko Heikkilä.

Nota del Traductor: Desde que comencé a defender la idea de que es posible el surgimiento de una sociedad libre, me he topado con algunos elementos particulares que me han costado explicar bien. Un problema recurrente es el de la defensa de una sociedad sin estado. Si bien tenía una noción de cómo se puede plantear una solución, nunca he podido estructurar bien cómo se defiende una sociedad descentralizada de amenazas externas. Por lo mismo decidí traducir el siguiente artículo al español, ya que en mi opinión presenta de forma clara y didáctica una explicación de la forma en que podría ser posible una defensa eficiente y espontanea.

Raikko Heikkilä

Vamos a usar nuestra imaginación y digamos que hay una tierra de los Azules y una tierra de los Rojos. 

Azulandia es una tierra libre. Los azules no tienen un estado como se concibe comúnmente. En lugar de eso, tienen instituciones interrelacionadas que proveen sus servicios en resolución de disputas, protección y seguros.

La República de Rojostán es gobernada por un dictador con puño de hierro. El General Rojas es como Hitler o Stalin; hazlo enojar y dormirás con los peces.

Para el gobierno rojo, la frontera rojo-azul es un problema mayor. Los azules le venden cualquier cosa a cualquiera, todos están armados y se niegan a reconocer la frontera, mucho menos la idea de que el pueblo rojo le pertenece a la nación roja. La mayoría de la gente azul no se preocupa de estas cosas. A ellos no les gusta que en la tierra de los rojos el gobierno use torturas, miedo y asesinatos para imponer su voluntad.

Sin embargo, hay algunos azules que parecen disfrutar quebrando las leyes rojas. Contrabandean bienes y refugiados a través de la frontera, e incluso se contrabandean entre ellos para practicar. El dinero es demasiado bueno para dejarlo pasar; los rojos pagarían casi cualquier precio para escapar, y van a pagar cantidades extremadamente infladas por bienes escasos en la tierra de los rojos.

Los azules siempre están pensando en formas nuevas de contrabandear. El gobierno rojo puede capturar y ejecutar públicamente a un contrabandista, y aun así pareciera que otros cinco se motivan para entrar al negocio. Los azules contrabandean armas e ideas; la policía secreta roja comienza a perder agentes a los contrabandistas azules y la resistencia roja. Aquellos agentes que quedan son forzados a gastar cantidades crecientes de tiempo y recursos vigilándose unos a otros.

Mientras más duro se pone el General Rojas, más creativos se vuelven los azules.

Los refugiados rojos en la tierra azul comienzan a trabajar duro para financiar más contrabando y actividades de resistencia. El General Rojas envía asesinos, pero como todos están armados, matar refugiados rojos es una proposición peligrosa.

Pareciera que todo lo que el General Rojas hace solo genera más enojo y resistencia de parte de los azules y sus nuevos amigos rojos.

Así que el General Rojas comienza a alinear sus tanques a lo largo de la frontera. Está claro que planea invadir.

Varias compañías azules de seguros ven esto con preocupación. Cada persona azul está dispuesta a pedir una compensación a su compañía aseguradora si su propiedad es destruida en una invasión. La compañía Mutual Insurance, que asegura complejos industriales cerca de la frontera, se arriesga a perder millones.

Así que Mutual contrata mercenarios para mantener a raya a la máquina de guerra roja. Por sí mismos, no tienen posibilidades contra una invasión roja, pero Mutual no es la única empresa aseguradora amenazada por el General Rojas y sus matones. La gente que vive en el camino de la invasión también tiene un interés personal en hacerles la vida difícil a los soldados rojos y su maquinaria de guerra.

Los estrategas del General Rojas tienen un problema: no existe una capital azul, ni un cuartel general de defensa. No hay una estructura de mando monolítica. No existe respeto por una autoridad política entre los azules.

Los azules son ricos en comparación a sus contrapartes rojos. Tiempo atrás, los azules comenzaron a organizar ligas de tiro con misiles antiaéreos portátiles, en las que varios equipos compiten por premios, dinero y estatus social. El biatlón, viejo deporte tradicional azul que consiste en tiro al blanco y carreras a campo traviesa, en categorías individuales y en equipo, sigue tan saludable como siempre.

En las etapas iniciales de la invasión, las Fuerzas Armadas Rojas cumplen con todas sus tareas y toman todos los objetivos asignados sin mayor resistencia. Pero después de eso, se ven incapaces de convencer al pueblo azul de que depongan su lucha. No existe una capital ni nadie autorizado a entregar una rendición. Los rojos tendrán que derrotar a cada ciudadano azul individualmente, y ninguno de ellos verá la rendición de cualquier otro azul como una obligación a rendirse.

Mientras que la invasión parece prometedora en las fases iniciales, las consecuencias son horribles. Para empeorar las cosas, la moral de las tropas rojas está decayendo. Surgieron cantidades tremendas de contrabando entre las filas; desde drogas y pornografía a ideas y literatura sediciosa. Las estaciones de radio azules transmiten invitaciones a desertar, música moderna, y publicidad de enormes recompensas para cualquier persona que pueda llevar un avión de combate o un helicóptero militar a territorio azul. El mismísimo General Rojas está en desventaja; las compañías de seguros azules saben que la mejor manera de terminar la invasión es terminar con su vida. Hay una recompensa millonaria para cualquier individuo, rojo o azul, que acabe con su vida. Por otro lado, el General es incapaz de tomar represalias similares, ya que no existe un único líder azul.

Enfrentamientos, amenazas, coerción e incluso una invasión abierta resultan ser contraproducentes para el General Rojas. Él le podrá costar al pueblo azul mucho dinero, miseria y muerte, pero sus interacciones con una sociedad de organización espontanea desencadenó eventos que no pueden jamás ser predichos ni controlados.

Entonces, como un azul libre, que vive en Azulandia, ¿cuál será tu rol? ¿Serás un contrabandista por diversión y rebeldía? ¿Un fusilero que compite en la liga local de biatlón? ¿Un coyote que guía a la gente fuera de la tiranía y hacia la libertad?

Personalmente, me gustaría ser el DJ de radio que pone la música subversiva para el disfrute de azules y rojos por igual.

Vivir en una sociedad libre que no lleva a cabo guerras agresivas no requiere que te quedes inmóvil sin hacer nada mientras Hitler, Stalin, Mao o quien sea estén siendo unos hijos de puta. Sin embargo, como todo lo demás en una sociedad libre, los riesgos que tomas son tuyos.

Si, un tirano puede violar a su pueblo por los recursos necesarios para construir horribles maquinas de guerra. El rol de Alemania en la Segunda Guerra Mundial y cada soldado que va a Afghanistan demuestran que, mientras el asesinato y la violencia es una cosa, la conquista es algo muy diferente.