Por Dusan Vilicic Held, publicado en Weakerties
Es muy común hoy en día que se hable de clientes, trabajadores y empresarios como si fueran cosas diferentes, y en base a estas supuestas diferencias se legisla para 'proteger' a unos de otros. Generalmente se lo hace -supuestamente- en detrimento del empresario y a favor de los otros dos. Pero al hacer esto, se ignora el hecho fundamental de que para las leyes económicas no hay distinción entre unos y otros. En efecto, para ellas todos somos empresarios, vendiéndonos y comprándonos servicios entre nosotros.
En economía, se suele hablar de los 'agentes económicos'. Esto es un eufemismo para 'seres humanos' o 'personas', básicamente. Un agente económico es cualquier persona, ya sea que interactúe con otras personas o que esté sola. Una persona debe economizar sus bienes escasos si quiere lograr los fines que se propone. Uno de los bienes escasos más importantes que todos poseemos es el tiempo, otros son, por ejemplo, nuestra fuerza de voluntad (que se agota y se recupera), nuestra paciencia, nuestra energía física y psíquica, y también los bienes materiales que tengamos a disposición. Si queremos lograr la mayor cantidad de fines posibles, debemos ser cuidadosos en cómo invertimos estos recursos que poseemos, y hacerlo en las actividades, bienes, y cosas en general que nos permitirán lograr nuestros fines. Estas cosas que nos ayudan a lograr nuestros fines son llamados 'medios'.
En esto no hay ninguna diferencia si a alguien se le llama 'trabajador', 'cliente' o 'empresario'. De hecho, de las tres, el concepto que mejor encaja con lo que es y hace un agente económico -una persona- es el de empresario. Un empresario básicamente es una persona que trata de lograr sus fines mediante la administración cuidadosa de los recursos o bienes escasos que posee, a los que se llama 'capital'.
Todos poseemos capital, entonces, porque todos disponemos de tiempo, energía y otros recursos. Si queremos comer una torta -nuestro fin- debemos administrar nuestro capital e invertirlo de forma tal que podamos obtener la torta. Si lo hacemos mal, no obtendremos la torta. Si lo hacemos bien gastaremos tantos o menos recursos que los que estábamos dispuestos a gastar para obtener la torta. El beneficio neto que obtenemos es la diferencia entre lo que valoramos los recursos utilizados y lo que valoramos la torta que obtuvimos. Si esa diferencia es 'negativa' -es decir, si valoramos menos la torta que lo que gastamos en obtenerla- se dice que incurrimos en pérdidas.
Todos poseemos capital, entonces, porque todos disponemos de tiempo, energía y otros recursos. Si queremos comer una torta -nuestro fin- debemos administrar nuestro capital e invertirlo de forma tal que podamos obtener la torta. Si lo hacemos mal, no obtendremos la torta. Si lo hacemos bien gastaremos tantos o menos recursos que los que estábamos dispuestos a gastar para obtener la torta. El beneficio neto que obtenemos es la diferencia entre lo que valoramos los recursos utilizados y lo que valoramos la torta que obtuvimos. Si esa diferencia es 'negativa' -es decir, si valoramos menos la torta que lo que gastamos en obtenerla- se dice que incurrimos en pérdidas.
Esta forma de pensar se puede extender a todo, prácticamente: desde relaciones de amistad y amor, pasando por nuestras actividades de ocio, hasta nuestro trabajo y negocios. En efecto, cuando una persona considera que los beneficios materiales, emocionales y psíquicos que obtiene en una relación de pareja son menores que los costos, va a tender a separarse. Puede que la persona valore mucho más el no estar sola que el mal trato que la otra le dispensa, o puede que considere que estar con ella le da en cualquier sentido una mayor satisfacción que separarse. En tales casos, la persona probablemente tratará de continuar con la relación. Es una decisión que puede verse perfectamente como -y que de hecho es- una decisión económica, porque es administrar recursos escasos, energía psíquica y emocional, tiempo y recursos materiales, de tal forma de lograr de mejor manera los fines propuestos.
Un trabajador también es un empresario. Esto se evidencia de forma clara al extender esta forma de pensar a sus actividades. Un empleado ofrece un servicio a sus clientes, esto es, su mano de obra, su tiempo, su fuerza psíquica y física, sus conocimientos. Esto lo hace por un precio al que generalmente se le llama 'sueldo' (que no sólo es el dinero recibido, si no que incluye otros servicios adicionales). Pero el sueldo es un precio igual que todo el resto. Un trabajador debe decidir en qué invertir sus recursos. Debe invertir su capital de forma que este crezca y le permita satisfacer sus fines. Por ejemplo, debe capacitarse y entrenarse si espera poder competir con otros trabajadores que quieren vender un servicio similar al mismo cliente -el empleador-. Debe satisfacer al consumidor de sus servicios. De otra forma, el cliente podría elegir comprarle sus servicios a otro, de la misma forma en que si en un supermercado dan un mal servicio o tienen precios muy altos, un cliente puede elegir comprar en otro lugar. Tanto el empleador como el empleado deben esforzarse por ofrecer el mejor servicio posible si quieren tener la mejor rentabilidad posible. El empleado también puede elegir contratar a más empleados. Puede elegir invertir parte de su capital en acciones, o en bienes raíces. Puede elegir hacer horas extra, o dejar de venderle sus servicios a un empleador para venderlos a otros. O puede incluso venderle sus servicios a muchos empleadores al mismo tiempo, entre una infinidad de otras opciones.
Viéndolo de esta forma, se puede entender mejor los motivos y efectos que tienen algunas de las cosas que se hacen hoy en día. Por ejemplo, la negociación colectiva de los sindicatos es básicamente una colusión. Es decir, muchos trabajadores -empresarios- se ponen de acuerdo para aumentar el precio al que venden sus servicios. Ésto sólo funciona en dos situaciones. La primera es si de alguna manera todos los trabajadores forman parte o están obligados a formar parte del sindicato. Esto es similar a lo que pasó recientemente en el caso de colusión entre las farmacias: prácticamente todas formaban parte del "sindicato" de las farmacias. La otra forma es que el empleador esté obligado de alguna forma a no dejar de comprar los servicios de los sindicados o a pagar lo negociado con el sindicato al resto de empleados, o si es muy difícil terminar los contratos. De esta forma se vuelve muy difícil también cambiar a los empleados que cobran más por otros que estén dispuestos a cobrar menos. Sin al menos una de estas condiciones, el sindicato tendrá muy poca capacidad de aumentar el precio que cobran los empleados que lo integran, porque será fácil para el empleador dejar de emplear los servicios de los trabajadores caros y buscar otros más baratos, de la misma forma en que una persona deja de comprar en un supermercado que cobra mucho, para ir a comprar en otro que sea más barato.
Por último, un cliente es igual de empresario que cualquier otro agente económico. Como el resto, está comprando algo como medio para satisfacer algún fin que se haya propuesto, por ejemplo, compra comida -el medio- para saciar su hambre -el fin-. Para ello gasta -o invierte- tiempo, dinero, y otros recursos -su capital-. Debe decidir qué tipo de comida comprar, de forma que la elegida satisfaga de la mejor forma posible el fin. Es decir, como cualquier empresario, debe sopesar diversas variables, como el precio, tanto monetario como otros costos asociados (tiempo que se demora en ir al supermercado, dinero que se debe gastar en llegar, etc.), el valor nutritivo, sabor, marca, fecha de vencimiento y una infinidad de otras variables que distinguen a un producto de otro. Debe decidir cuál alternativa es más económica, cuál le reportará un mayor beneficio. Como cualquier empresario, esta persona no tiene una certeza de todas estas variables, ni de si el resultado final será efectivamente la satisfacción del fin. Lo que hace es estimar que una alternativa satisfará mejor el fin que el resto, pero no tiene ninguna garantía real.
Visto así, queda claro que todo agente económico -todo empresario- desea reducir los costes mientras aumenta los beneficios -el lucro-. Comprar lo más barato, tener la menor incertidumbre posible a la vez que se tienen los mayores beneficios posibles. Para lograr esto, deben actuar empresarialmente: deben administrar bien su capital y decidir en qué invertirlo de forma tal de poder lograr satisfacer la mayor cantidad de fines de la mejor forma posible. Hasta los políticos son empresario, administrando un capital para lograr sus fines (que no necesariamente son sus promesas de campaña, éstas tienden a ser el medio).
Y no sólo es posible ver las cosas así, si no que hasta es útil y beneficioso. Al pensar de esta forma, uno puede lograr una mayor comprensión de qué es lo que uno debiera hacer para lograr lo que uno se propone. Si una persona quiere lograr un mejor trabajo, por ejemplo, debe invertir en el propio capital de forma que algún cliente esté dispuesto a comprar sus servicios para el trabajo que quiere. Esto puede significar entrenarse, capacitarse, adquirir experiencia o un mejor portafolios, lo que sea que haga más probable que la persona compre sus servicios. Podemos entender los estudios como una inversión en nuestro capital de conocimiento, porque eso también es parte de nuestro capital. Uno puede comenzar a sopesar costos y beneficios y determinar qué cosas están significando una pérdida y cuáles reportan beneficios. Qué cosas hacer menos, y qué cosas hacer más. La empresa que es uno mismo, si es bien llevada, resulta en ser más feliz, exitoso y próspero.