Una réplica a la columna editorial “Capitalismo y Piratería” de Rolando Carrillo Jerez, publicada en Junio del 2013 en la revista DLECHE
En su columna, Rolando Carrillo habla de capitalismo y de cómo las grandes empresas “abusan” de su poder económico, de forma que el capitalismo debe ser “protegido de los capitalistas”. Si bien lo que dice tiene un fondo de verdad, hay muchos puntos en los que erra. Sus errores son muy comunes hoy en día, fruto de ideas erradas que han sido implantadas en la gente por ciertos grupos para su beneficio propio.
El primer punto que toca que requiere una aclaración es el supuesto “abuso de las grandes compañías en desmedro de sus clientes”. Como ya dije en un principio, si bien esta afirmación tiene un fondo de verdad, también parece indicar una idea errónea. Es verdad que por lo menos muchas grandes empresas activamente tratan de ganar ventajas injustas, pero hay que comprender que todos los agentes económicos buscan comprar al menor precio y vender al mayor precio. Esto no es injusto en ningún modo, todos tienen derecho de comprar lo más barato que encuentren y vender lo más caro que puedan. Ojo, que entre menos barreras de entrada haya, más difícil será que un grupo pueda ejercer “poder de mercado”.
Dicho esto, paso al segundo punto que quiero aclarar de la columna. Las barreras de entrada son, hoy en día, prácticamente todas impuestas por el estado. Por ejemplo, en la industria farmacéutica sólo las farmacias pueden vender medicamentos y deben cumplir con una serie de regulaciones que hacen que sea artificialmente caro entrar a competir. En el caso de los medicamentos es especialmente claro esto, si cualquier persona pudiera vender medicamentos, sería mala idea para las farmacias subir sus precios. Esto por motivos obvios: apenas subieran los precios, la gente compraría sus medicamentos en otros lugares. Difícil sería que todos se coludieran para subir el precio de los medicamentos. Claro, habrían de permanecer algunas regulaciones mínimas, como por ejemplo las que evitan que ciertos antibióticos se abusen resultando en cepas de bacterias resistentes. Pero sólo las absolutamente necesarias y nada más.
Los sindicatos son un ejemplo de colusión, después de todo, los empleados son agentes económicos iguales a cualquier empresario. Ellos venden sus servicios en el mercado como cualquier empresario lo hace. Pero esta colusión curiosamente no es mal vista, si no que incluso es llamada ‘derecho’ y protegida por el estado a través de más regulaciones. Todo esto a pesar de que redunde en mayores precios para los clientes, tanto para los empleadores en su rol de consumidores directos de los servicios de sus empleados, como para los clientes de la empresa de forma indirecta.
Lo apropiado es pensar en todo agente económico como un empresario. Al hacer esto, es posible entender mucho mejor la naturaleza de las relaciones entre los diferentes agentes y ver con mayor claridad las dinámicas de las relaciones que hay entre ellos y el efecto que tiene el intervencionismo estatal.
El siguiente punto es sobre la afirmación de que supuestamente el modelo de economía que nos gobierna es el capitalismo. Esto no es completamente cierto. En Chile y el mundo, lo que tenemos es una economía mixta. Hay servicios provistos por el estado, por ejemplo CODELCO, ENAP, la educación y salud públicas, seguridad (policía, defensa), entre otros. Estos son financiados coactivamente por algunos grupos (los que reciben una “devolución de impuestos” neta de valor menor a su aporte) mediante impuestos. También hay empresas privadas dependientes del estado, tales como las concesionarias, empresas subvencionadas de diversas formas. Algunas mantienen su hegemonía en el mercado gracias a la intervención estatal, tal como las farmacias, como mencioné más arriba. Estas últimas pueden ser llamadas compinches del estado. Y finalmente está la cola, el resto cuya financiación y supervivencia dependen sólo de su capacidad para ser eficientes, mantener costos bajos y buenos precios, y no de su capacidad para captar recursos extraídos coercitivamente por el estado.
En definitiva, no es capitalismo el sistema en que estamos inmersos, es una “economía social de mercado”, el “tercer camino”, una combinación de socialismo y capitalismo donde los menos conectados quedan expuestos al mercado, mientras que los que tienen suerte o buenas conexiones políticas (incluidos los políticos y diversos empleados estatales) parasitan al resto de las personas por medio del estado y obtienen las ventajas que son comúnmente llamadas “poder de mercado”.
Quiero también aclarar un detalle que menciona de que el capitalismo “estimula al ser humano a hacer cualquier cosa por acumular”. Nuevamente esta afirmación tiene un fondo de verdad por debajo de un lenguaje que induce a error. En primer lugar, no es el capitalismo lo que induce al hombre a acumular, si no que la propia naturaleza humana. En segundo lugar, la acumulación, bajo un sistema de libre mercado o capitalismo es para el beneficio de todos. Lo explico. En un mercado libre, la única forma legítima de enriquecerse es vender algo que mucha gente quiera a un precio mejor que lo que otros pueden ofrecer, y que sea atractivo para quienes quieren comprar. Si una persona, en un ambiente sin intervencionismo estatal, “perversamente” sube los precios, en primer lugar, venderá menos porque habrá menos gente dispuesta a comprar a ese precio. En segundo lugar, no pasará mucho tiempo antes de que alguien vea la oportunidad y empiece a vender un producto igual o similar a mejor precio y le quite más clientes. En tercer lugar, siempre puede alguien encontrar una forma de ofrecer el servicio más barato siendo más eficiente, usando mejor tecnología, etc., desbancando al anterior. El resultado es que en el largo plazo, las rentabilidades tienden a ser bajas.
Otro aspecto es que poca gente en su sano juicio acumula por acumular, dejando todo bajo su colchón. Lo que generalmente alguien hace es poner sus recursos a producir. Ya sea invirtiendo en otros mediante préstamos, compra de acciones, etc., o invirtiendo en sí mismos mediante capacitación, compra de bienes de capital, contratación de empleados que le permitan enfocarse en lo que hace mejor, etc. Todo esto redunda en que la acumulación no tiende a estar ociosa, si no que productiva, y tiende a irse a los lugares que sean los más productivos, siendo finalmente de beneficio para todos, porque cuando los recursos se usan en donde son más productivos, el resultado es que las cosas son más baratas y abundantes.
También quiero corregir una frase que cita. Mercantilismo, clientelismo, compinchismo o como Peña lo llama, “piratería”, no es un capitalismo sin reglas o con reglas débiles, es una situación en la que algunos grupos bien conectados crean (directa o indirectamente) leyes que los benefician a costa del resto. Los ejemplos que menciona hacia el principio de su columna (bancos, multitiendas, universidades, farmacias), son un claro ejemplo de un exceso de reglas, un exceso de regulación, no una falta o debilidad de ellas. Nunca en la historia ha habido tanta regulación como hoy, y nunca en la historia los grupos bien conectados han tenido más poder y ventajas. Claro que el discurso de ellos será que la causa de las calamidades de hoy es la falta de regulación. Es obvio, ellos son los que hacen las regulaciones a su medida, les conviene, así que claramente van a instigar un aumento de las regulaciones y el intervencionismo.
Finalmente quiero apuntar que la regulación que exista debe ser escasa, pero tal como menciona, debe imponer la justicia (no la “justicia social”, si no la real), hacer que los contratos se respeten, que la estafa, el robo y la agresión en general sea castigada. Esto es mantener un mercado libre, y no otra cosa. Pero también menciona que se debe evitar la codicia. Esto es errado. La codicia en un mercado libre está temperada por las leyes de la economía, que impiden que alguien se salga con la suya por mucho tiempo. Si alguien quiere vender más caro, no va a ganar mucho, porque le saldrá competencia y perderá clientes. Si alguien quiere vender bajo coste será a expensas suyas y para beneficio de sus clientes. Todo esto sólo si no hay intervencionismo estatal de por medio.
En suma, la paradoja del sistema en que estamos inmersos, la economía social de mercado, es que hay que protegerla de los políticos y sus compinches. Esto no sería necesario si de verdad estuviéramos en un sistema capitalista de libre mercado. Si quiere curar una enfermedad, no sirve atacar los síntomas, debe atacar la causa subyacente. En el caso de la economía, lo que usted menciona no son más que los síntomas, mientras que la causa subyacente es el intervencionismo estatal. Ese, y no otro, es el enemigo. No los capitalistas, ni los compinches, que son habilitados por el estado que se arroga poder interventor mucho más allá del necesario.
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